“El partido de Milei sufre una derrota: los peronistas ganan las elecciones provinciales de Buenos Aires”, titula La República este lunes, tras conocerse los resultados electorales en Argentina. Para entender el vínculo entre la derrota de unos y el triunfo de los otros, conviene aclarar adentrarse en una crónica veloz, aunque solo deje ver la punta del iceberg.
¿Qué se votó?
El domingo pasado, la provincia más grande de la Argentina —la que concentra casi el 40 % del total de votantes en toda la República— eligió a los integrantes de la Legislatura provincial y de los consejos deliberantes de los municipios. Es decir, no se elegían ni gobernador, ni intendentes, ni ningún representante en el Congreso Nacional.
Esta situación no es habitual. Es la primera vez en la historia que esta elección provincial no coincide con las elecciones nacionales. Hasta aquí, se había preferido que el “aparato” partidario territorial —ese capaz de ir puerta por puerta convenciendo al electorado— movilizara las candidaturas nacionales. Esta vez, en cambio, se privilegió desacoplar las elecciones locales de lo que parecía una segura derrota en las elecciones nacionales de octubre, en las que se elegirán diputados y senadores del Congreso Nacional en las 24 provincias.
Por lo tanto, los resultados no afectan un ápice del mapa institucional de poder nacional. El partido de Milei no ganó ni perdió diputados ni senadores. Al menos en los papeles. Porque, si estos porcentajes del domingo pasado formalmente no suman ni restan votos en el Congreso, sí producen un efecto que, por simbólico, no deja de tener un alto impacto político. De ahí la importancia de la derrota y de la victoria.
¿Cómo llegamos acá?
La crónica de esta situación debería, al menos, remontarse al 18 de mayo de este año, cuando el partido de Milei le ganó las elecciones al partido del expresidente Mauricio Macri en su propio distrito histórico: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para dimensionar ese adjetivo “histórico”, contemple el lector que, en 2023, Mauricio se había dado el lujo de imponer a su primo como jefe de Gobierno de la Ciudad.
El cimbronazo se sintió en todo el mapa político. Los gobernadores provinciales que hasta ese momento dudaban se decidieron a “desdoblar” las elecciones; es decir, a que las elecciones locales no coincidieran con las nacionales. Enfrentar a Milei era como enfrentarse a una segura derrota. Los desaguisados económicos, la crisis social y política ya eran parte del debate, pero que aun así Milei se impusiera en la ciudad con el lema de “terminar con el kirchnerismo” inclinó la balanza a favor de minimizar riesgos. Milei “el invencible”.
El partido de Macri (Propuesta Republicana) claudicó ante un pedido de rendición incondicional y casi se disolvió en una alianza con la fuerza del presidente. Mejor cola de león que cola de ratón, parecía calcular Macri. Con el diario del lunes, pifió —y por mucho—, teniendo que acompañar a Milei en su derrota y habiendo regalado un premio consuelo: ser, al menos, una tercera fuerza digna. Quienes no aceptaron la rendición formaron un nuevo partido, Somos Buenos Aires, y mal no les fue: ganaron algunas intendencias y obtuvieron un 5,26 % de los votos.
En el peronismo, la decisión que tomó el gobernador Axel Kicillof no fue recibida con unánime beneplácito. El riesgo era, como en la ciudad, perder las elecciones provinciales y, además, quitarle torque al motor peronista en las elecciones de octubre. Aún puede pasar. La tensión parece ser siempre la misma: ¿cuánto empuja el aparato territorial las “boletas” de los cargos nacionales? Más aún cuando, como en octubre, las boletas ya irán todas en el mismo sobre.
Con las botas puestas
En el peronismo, las aguas estaban inquietas antes del mayo porteño. El gobernador Kicillof, que llegó a la gobernación en las elecciones de 2019, en las que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner derrotaron a Macri, venía ensayando desde 2023 gestos de autonomía política. Era tiempo —decía el gobernador— de ensayar nuevas canciones que enamoraran a un electorado que había votado ampliamente a un tipo que hizo campaña con una motosierra en la mano.
De hecho, su decisión de cambiar el calendario electoral provincial fue presentada como una traición a su “madre” política. Cristina se había pronunciado abiertamente en contra. Sin embargo, en algún punto primó cierta cordura y el agua no llegó al río. Enfrentadas pero unidas, las agrupaciones del peronismo convergieron en una única oferta electoral, tanto para este domingo pasado como para el próximo octubre.
Match point
La moneda esta(ba) en el aire. Aunque no falten quienes creen saber de qué lado va a caer, estos olvidan que los asuntos del mundo son lo suficientemente vastos para el entendimiento humano. Por ello hay política.
Cristina, que ya había ejercido dos veces la presidencia, se postula como candidata a diputada por la tercera circunscripción electoral: el corazón territorial del peronismo histórico. Pero la Corte Suprema de Justicia, con una decisión infame, confirma una sentencia judicial de un proceso ampliamente cuestionado por sus irregularidades procesales.
La situación económica del país se complica. Desde marzo, la estabilidad está cada vez más en duda. Más allá de las prestidigitaciones financieras del gobierno nacional, el dólar no cesa en su apreciación; la inflación baja, pero se estaciona en un piso escandalosamente alto para la mayoría de los países; la actividad económica se resiente; y todo ello ocurre mientras se recortan gastos esenciales en educación, salud y prestaciones sociales.
Las obscenas escenas de represión se repiten en la Argentina de Milei desde hace año y medio. Las agresiones verbales del gobierno a la población y a la oposición escaldan aún más los ánimos. Tanto que la campaña del partido de Milei se “largó” con una provocación: una foto de los candidatos sosteniendo un cartel con la frase “Nunca más al kirchnerismo”. Sí, ese “Nunca más” que concentra simbólicamente el fin de la violencia del terrorismo de Estado en la dictadura, banalizado para, nada menos, que proponerle al electorado eliminar al kirchnerismo. “Kuka[rachas] inmundas”, suele gritar el presidente.
A su vez, en las últimas semanas de agosto se produjo un escándalo político cuyo impacto aún no se conoce del todo. El gobierno ya había logrado zafarse del escándalo por la estafa de la criptomoneda Libra. La filtración a la prensa de audios de un funcionario está siendo otra cosa. Escuchar a un amigo del presidente explicar que Karina Milei, su hermana, cobra el 3 % de coimas por contrataciones estatales de remedios para discapacidad parece no haber sido inocuo. Quizás porque el presidente vetó una ley que declaraba la emergencia en la atención a personas con discapacidad; quizás porque se cancelaron pensiones a esas mismas personas; quizás por esas y tantas otras brutalidades.
En las semanas anteriores a este domingo, en la Cámara de Diputados y Senadores del Congreso de la Nación no solo se votaron leyes para obligar al gobierno a actualizar los gastos por inflación en áreas sensibles (pensiones, salud y educación), sino que también se lograron mayorías para revocar los vetos presidenciales a esas leyes. Conseguir esas mayorías en el Congreso de la Nación implica lo que hasta hace meses era impensable: la oposición kirchnerista y anti kirchnerista empieza a votar unida.
El freno
El previsible “empate técnico” del sábado a la noche amanece el domingo con sed de victoria. Adelantar conjeturas sociológicas no se me da bien. Solo apunto un detalle para esbozar la complejidad de la situación: en el municipio de Bahía Blanca, al sur de la provincia, ganaron los candidatos de Milei. Sorprende. Allí, en 2024, se produjo una inundación histórica a la que el gobierno nacional negó fondos para la reconstrucción de la ciudad.
Con todo, si hay algo que podemos avizorar: Milei perdió el aura de invencible. Su crueldad encontró un freno. El peronismo de la provincia de Buenos Aires, por su parte, volvió a ganar luego de décadas en unas elecciones legislativas (en las que no se juegan cargos ejecutivos).
Minimizar daños parecía ser la consigna. Frenar a Milei, el eslogan. Pero también parte del corazón de la política: convencer al electorado de que los problemas generalizados por un Estado nacional retirado y paralizado no se resuelven con magia. Se requiere buen gobierno y habilidad política del gobernador y de los/as intendentes de la provincia de múltiples facciones del peronismo, que este domingo revalidaron las mayorías en la Legislatura y los Consejos Deliberantes.
¿Ahora qué?
La composición de la alianza que llevó al peronismo a la victoria en 2020 no parece reeditable. Con todo, Kicillof tiene ahora un capital político considerable. La apuesta le salió bien: de “evitar daños” a ganar. Ayer en el festejo estaban todas las agrupaciones peronistas.
De cara a lo que se viene, en el peronismo juegan un Kiciloff empoderado, una Cristina imprescindible, agrupaciones como Argentina Humana de Juan Grabois, los sindicatos (un sustantivo que recoge experiencias y trayectorias muy dispares), los otros gobernadores peronistas. Juegan todos y todas. Pero las cartas de la semana pasada, sin duda, cambiaron de manos.
Un frente contra Milei empuja al peronismo a zanjar diferencias e intentar alianzas con sectores políticos y sociales heridos por una política desquiciada. Pero, el 2027, cuando se elija nuevamente quién ocupará el Poder Ejecutivo, queda lejos. ¡Octubre de 2025, cuando se elijan los diputados y senadores nacionales, queda lejos!